La relación de pareja enmarcada en el Trastorno Límite de la personalidad
El amor es una experiencia fantástica y a la vez muy compleja. Es un arte que se basa en el trabajo constante y en la entrega hacia los demás, y que se sustenta en una experiencia genuina marcada por la bondad, las ganas, la coherencia y la responsabilidad. Su obra es el retrato de las personas que son felices con los éxitos de los demás, que se preocupan tanto por el prójimo como por sí mismos, que expresan sus sentimientos en consonancia al momento y a quien tienen delante, en definitiva, de los que viven las relaciones interpersonales desde el respeto, la pasión, la intimidad y el compromiso.
No obstante, aunque debemos partir de la base de que el amor nunca es sufrimiento, nunca, si puede suponer cierto malestar, sobre todo cuando no es correspondido o no es bien entendido.
Ante el primero, mantener contacto cero y cultivar el amor propio. Pero ¿qué hacer cuando el amor no es bien entendido? ¿qué factores pueden estar interviniendo en dicha situación? Llegados a este punto, podríamos acudir a algunas claves para vivir con éxito las relaciones de pareja y aprender a superar los conflictos, tales como mantener un buen nivel de autonomía; la autenticidad, sinceridad y expresión emocional; tener empatía y un buen estilo de comunicación; mantener objetivos, proyectos y actividades ilusionantes para ambos, entre otros. Sin embargo,
¿qué ocurre cuando uno de los miembros de la pareja tiene un trastorno límite de la personalidad (TLP)?
Ante esta situación ambos miembros de la pareja tienen que tomar consciencia del problema y aprender a gestionar las diferentes situaciones a las que han de enfrentarse en su día a día, poniéndose bajo la supervisión de un profesional de la psicología de forma imperiosa, siendo éste una parte fundamental de la buena evolución del trastorno y de la relación de pareja.
¿Qué es el TLP?
Ante todo hemos de partir de la base de que el TLP está categorizado como un trastorno de la personalidad, que se caracterizan por patrones de funcionamiento desadaptativos en áreas como la afectividad, las relaciones sociales, y la cognición.
Por tanto, algo esencial a tener en cuenta es que pese a los graves problemas vitales que acarrean estos patrones de funcionamiento, son muy difícilmente modificables, la persona no puede modificar esa forma de relacionarse con el mundo y consigo mismo, pues la inflexibilidad y la rigidez hace muy complicado el cambio, de ahí que supongan un handicap para el buen funcionamiento de la pareja.
La forma de comportarse, de sentir, de pensar, generan malestar en el individuo y en los demás e interfieren significativamente en la vida social, familiar, laboral y otras áreas vitales importantes.
El TLP constituye uno de los retos más difíciles en el campo de la salud mental. Éste se entiende como un patrón desadaptativo de comportamiento que suele comenzar al principio de la edad adulta y se da en diversos contextos. Las personas que lo sufren tienden a la inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen y la afectividad, siendo una característica muy notable la impulsividad.
Es crucial resaltar que lo que es inflexible en este trastorno, es la inestabilidad persistente en las distintas áreas de funcionamiento, generando un alto nivel de malestar y frustración.
Además, dicha condición se complica muy a menudo, pues presenta una alta comorbilidad con otros trastornos mentales, principalmente trastornos del estado de ánimo, problemas relacionados con el consumo de sustancias, trastornos de la conducta alimentaria, trastorno de estrés postraumático y otros trastornos de ansiedad. Así pues, resulta fundamental la intervención terapéutica efectiva por parte de un profesional de la psicología y el apoyo del círculo social de la persona, entre ellos es imprescindible el de su pareja.
La realidad que vive la pareja en el contexto del TLP genera un nivel de sufrimiento elevado para ambas partes. Lo que empieza como una relación “mágica”, acaba convirtiéndose en un maratón de infidelidades, mentiras y chantaje emocional, todo esto acompañado de fuertes sentimientos de vacío y culpabilidad. En definitiva, fruto todo esto de las conductas impulsivas típicas de esta condición, que no son más que intentos fallidos de regulación emocional, y que suponen el mantenimiento de la inestabilidad emocional, talón de Aquiles en los conflictos de pareja.
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